Allí todo era perfecto, porque en Imaginación no hay problemas, ni dolores de cabeza. Así que el niño no tenía intención de marcharse de allí.
Pero un día llegó al faro una llamada. La llamada del amor más grande jamás conocido, un amor capaz de secar mares y mover montañas.
El niño no pudo resistirse a esa llamada que le hacía flotar y ver el Universo. Y así fue como el niño decidió dejar aquel faro tranquilo y apacible para empezar un viaje complicado a un lugar llamado Vida.